
Opinión 12 de noviembre de 2008
Miedos.
Miedos.
Por Julio Fernández. Mov. Libres del Sur
Nuestro pueblo, es una sociedad que viene de padecer el mayor de todos los miedos: el Terrorismo de Estado.
El miedo facilita su manipulación. Por eso no es casual que el PODER persista en sostenerlo "a como dé lugar":
Por miedo al golpe de estado, finalmente, "los carapintadas" le impusieron a la democracia la "Teoría de los dos demonios" por un buen tiempo. Por miedo al atraso y al aislamiento nacional, finalmente también, los gurúes neoliberales nos endeudaron hasta el tuétano con la banca internacional. Por miedo a la inflación, nos impusieron "el uno a uno" para fundirnos el país. Por miedo a los ladrones y asesinos, quieren estigmatizar a los jóvenes de las villas más humildes. Por miedo al PJ, pretenden intimidar a K en aquellas políticas transformadoras. Por miedo a K, incluso, están los que no se permiten criticarle lo que ven equivocado. Y así, hasta el infinito: Intimidantes e intimidados, seguimos marchando "como de la mano" por la historia de nuestra patria.
A 25 años de democracia, esta es aún "la lógica epocal". Perversa, si se quiere. Autoritaria. Y lo más lamentable, es que suele surtir efecto. La vemos hasta en el tránsito, entre los peatones, los autos, los colectivos y los camiones más grandes. La "ley del gallinero", que se replica en casi todas las relaciones sociales.
El Derecho, el respeto al OTRO más débil, tiene poca raigambre en nuestra cultura "judeo-cristiana", "occidental": "Es el neoliberalismo, estúpido", la prepotencia de los grandes medios de comunicación, el individualismo salvaje del capitalismo salvaje y del otro, su sistema de "jerarquización" social.
Y es que el miedo no es zonzo. Y esto también es verdad. Uno hasta tiene miedo a moverse, a criticar, por miedo a que sea "para peor".
Por eso tenemos que apelar persistentemente a la razón, al conocimiento, a la planificación, a la organización, a la rebeldía y a la audacia, para sostener el espíritu crítico y la autonomía, para hacerle frente a los diferentes miedos que se nos van presentando, sea como ciudadano común, sea como expresión militante de un movimiento político.
Y debe ser así porque el miedo nos hace dudar. No obstante ello, ese no es el problema: Quien no duda es porque no sabe nada o es un suicida. El problema es que el miedo también nos paraliza, cuando no, nos hace correr en estampida para el lado del precipicio, como ya lo hemos visto tantas veces entre nosotros. La última, con el Frepaso y la Alianza, detrás de Cavallo y el FMI.
Y esto lo sabe bien el Poder que tiende a descalificarnos cada vez que intentamos "desacatarnos", salirnos "de la lógica que nos quiere imponer". Ya lo vimos con "las viejas locas" de la Plaza de Mayo.
Por eso hay que persistir y organizarse. Como lo hicieron ellas. Y explicar, explicar y explicar. Especialmente, a los más amigos. Porque como es obvio, el Poder intentará aislarnos valiéndose de la dádiva, de la represión, del engaño o de la ascendencia ideológica sobre los más cercanos, para "que no saquen los pies del plato" y se mantengan en el statu quo.
Vencer al miedo en una sociedad de clases es una cuestión de sobrevivencia. Para cualquiera. Pero especialmente para la política popular. Es que es indispensable para seguir siendo UNO (como parte del pueblo), frente al OTRO-PODER, que siempre intentará valerse del miedo para dominarnos.
Y al miedo solo se lo vence, ENFRENTANDOLO, que no abrevando en el síndrome de las víctimas de Auschwitz, como bien lo refiere Tomás Eloy Martínez en su última novela, Purgatorio.
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