
Editorial 11 de marzo de 2009
Kirchner en la trampa sin salida de no haber construido fuerza política propia.
En carta reciente a Norberto Galasso le decíamos, referido a la realidad que hoy vive el kirchnerismo, que: “En primer lugar ningún proyecto nacional se puede sostener frente a enemigos poderosos sin construir fuerza política que lo defienda”. Por Humberto Tumini.
Martes 10 de marzo del 2009, Capital Federal
No es de ahora, que aparecen las consecuencias, que pensamos así. En mayo del 2004, a un año de la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, expresábamos al respecto: “Hoy, al igual que sucedía allá por principios de los cuarenta, la política y las representaciones tradicionales de la misma, están fuertemente desprestigiadas ante nuestro pueblo (en aquel entonces porque habían participado durante toda la infame década del treinta en el “fraude patriótico”, hoy porque vienen de ser cómplices en la instrumentación del modelo neoliberal durante veinte años). Pensar que se puede reconstruir un movimiento nacional fundamentalmente sobre los pedazos de dichos partidos es un error. Pueden conservar votos (habría que ver seriamente cuantos) pero poco entusiasmo despiertan en una base social de la que están visiblemente divorciados. Hay algunos que dicen, en defensa de la “transversalidad” sostenida por el presidente, que Perón sumó al nuevo movimiento nacional en los cuarenta a conservadores, radicales, socialistas, etc. Cierto es. Pero previo a ello, desde la Secretaría de Trabajo sumó al movimiento obrero al proyecto nacional, y lo estructuró como su “columna vertebral”; alrededor de esta luego, y 17 de Octubre mediante, convocó a los sectores provenientes de los partidos tradicionales de ese entonces que compartían sus ideas. Difícilmente hubiera tenido éxito si lo encaraba al revés; capaz que lo hubieran tenido preso un montón de años” (Editorial, Fuerza Social y Política).
Pocos meses después, en julio del mismo año, decíamos: “La segunda cuestión es que, como nos enseña la propia historia de nuestro país, para llevar un proyecto soberano y popular como éste al triunfo, hace falta dotarlo de fuerza política. Quien más comprende esto es la propia derecha que desde el vamos, al mismo tiempo que busca recomponer sus propias filas luego de la debacle del 19 y 20 de diciembre del 2001 y la fuga de Menem, trabaja sostenida e inteligentemente para que no agrupemos las nuestras. Otro tanto hacen desde la dirigencia tradicional del PJ y la UCR, que mientras buscan salir del desprestigio que tienen en la sociedad y hacerse de nuevo con el control político del país, se empeñan en que nada novedoso surja apuntalando a Néstor Kirchner y su proyecto. Hay que ser audaces y desafiar a los enemigos. No hay tiempo que perder para avanzar en construir fuerzas políticas nuevas que expresen esta esperanza que hoy recorre nuestra nación. Hay que hacerlo con la mayor amplitud, pero también respetando el compromiso real con los cambios que se tenga” (Editorial, Dos Grandes Tareas).
Cuando en octubre del 2005 se abrió la gran oportunidad para avanzar en construir una nueva representación política que expresara el proyecto nacional en curso, al haber derrotado al PJ y al duhaldismo -contundentemente- en la provincia de Buenos Aires, volvimos a la carga con nuestra propuesta: “Para hacer irreversible este rumbo necesitamos organizar mas y mejor la fuerza política que nos ha dado el mayoritario voto popular. Kirchner ha establecido el marco general para esto: el Frente para la Victoria” (Editorial, La Segunda Parte).
No fuimos escuchados. No solo nosotros, sino tampoco muchos de los que dentro del kirchnerismo propugnaban para que se construyera una nueva fuerza política; al igual que en sus tiempos históricos habían hecho Yrigoyen y Perón. Ya en el 2006 la preocupación principal de Kirchner fue cómo traer con él a los intendentes y dirigentes duhaldistas del conurbano bonaerense; como así también a todos los gobernadores del PJ que pudiera, independiente de su trayectoria previa. Los que aceptaron el convite, que como es sabido fueron la gran mayoría al ver para donde soplaba el viento, vinieron con el planteo de que se debía terminar con la “transversalidad”. Sostenían que había que ahogar, mas temprano que tarde, a las fuerzas que la expresaban provenientes de la resistencia al neoliberalismo. A esas que -tibiamente- el gobierno había promovido en sus primeros dos años.
Estas presiones fueron ganando terreno y el ex presidente apoyándose cada vez más en el justicialismo; situación disimulada solo en parte con el lanzamiento de la Concertación Plural en dirección a las elecciones presidenciales del 2007. Se iba alejando cada vez mas toda posibilidad de construir una nueva fuerza política nacional y popular.
La debilidad de los opositores permitió ganar a Cristina las elecciones en primera vuelta, pero era claro que el vigor del proyecto kirchnerista se iba perdiendo, en particular en las grandes ciudades. Ya no enamoraba a la mayoría de la población y por el contrario crecía un sordo rechazo al mismo. Rechazo que no reconocía como causas una crisis económica o el predominio en la sociedad de las ideas de la reacción; como tampoco, en ese momento, a una oposición unida y vigorosa. Pero sí graves errores propios que comenzaron con el apoyo a la reelección de Rovira en el 2006, y se continuaron luego de múltiples maneras en el 2007. El más grave de todos ellos: volver a recostarse en la vieja dirigencia política, en particular del PJ, usar sus métodos más de una vez y negarse a construir una fuerza nueva. Se creía que con una buena gestión alcanzaba; mas aún con enemigos supuestamente debilitados, o con quienes aparentemente -como el grupo Clarín- se negociaba sin problemas.
Prendidas las luces rojas con el resultado de las presidenciales en las clases medias urbanas, y con una recesión económica internacional de magnitud en ciernes, Kirchner comete su error mas grave: decide ser el presidente del PJ, algo que con buen criterio había rechazado durante los cuatro años y medio de mandato.
Casi en soledad, desde Libres del Sur nos oponemos. Decimos al respecto en una editorial del 2 de Marzo del 2008, y en solicitada en el diario Página 12: “¿Es bueno entonces que Néstor Kirchner se ponga al frente de este partido, aun con la loable intención de renovarlo? ¿Prestigiará él al PJ o el PJ le restará prestigio a él? Nosotros siempre hablamos de frente y expresamos así nuestro pensamiento…NO ESTAMOS DE ACUERDO con la decisión de que Néstor Kirchner sea el futuro presidente del Partido Justicialista. Mas allá de que la respetamos, creemos que su figura debería seguir cobijando a todo el proyecto nacional en curso como hasta ahora, y no estrecharse…..TAMPOCO ESTAMOS DE ACUERDO con que el PJ sea “el partido de gobierno” o “la columna vertebral” de la construcción política sobre la que se asienta la administración nacional. Eso sería un retroceso, habida cuenta de que una parte muy importante de nuestra sociedad es muy crítica a dicho partido y a una porción significativa de su dirigencia por el papel que le cupo en la historia reciente, de entrega y destrucción del país de la mano de Menem y Duhalde”.
No tardó mucho en demostrarse lo correcto de lo que planteábamos. El conflicto con el campo se perdió, mas allá de habilidades de la reacción y errores del gobierno, porque la dirigencia del PJ o le sacó el cuerpo a la lucha, o directamente se pasó del otro lado. Y la derrota afectó tremendamente el consenso al gobierno en la mayoría de la sociedad. Ya el problema no eran solo las capas altas y medias urbanas, sino que la crítica se extendió mucho mas en la geografía social. Allí apareció en toda su magnitud la trampa en que se introdujo Néstor Kirchner cuando renegó de construir fuerza política nueva, propia, progresista, que sostuviera el proyecto nacional.
Debilitado, hizo lo peor: salió a buscar a quienes lo habían traicionado para que vuelvan con él. A Reutemann, Schiaretti, Das Neves, Marín, Busti, Romero -por citar algunos- les pidió su apoyo. Unos le dieron la espalda porque nada tenían por ganar al lado del gobierno. Otros le pusieron onerosas condiciones (por ejemplo: que se vete la ley de Glaciares) para quedarse o volver. El gobierno resignado las ha aceptado. Obvio, si el kirchnerismo actual tiene que ir a los comicios en las provincias sin el PJ, se mostraría como una expresión política claramente minoritaria. Ha quedado por ende prisionero de aquella vieja dirigencia que sobrevivió a Menem, a Duhalde y ahora busca la mejor manera de ubicarse para el post kirchnerismo.
La más palpable demostración de la trampa en que entró Néstor Kirchner, es lo que acaba de suceder en Catamarca
Luego de vencer en las elecciones del 2005 allí al PJ y la UCR, el Frente para la Victoria se fue deshilachando en negociaciones alternativas con unos y otros. Así llegaron los comicios recientes, donde la opción del gobierno, luego de la ruptura con los “radicales K” eran solo dos: o quedar tercero lejos detrás de una UCR “cobista” y un PJ “disidente”, o aliarse con Barrionuevo y Saadi. Optó, fiel a su orientación política de un año a esta parte, por “unir al PJ” con los impresentables. Ya sabemos lo que pasó.
Por supuesto que no es el único lugar donde la trampa está montada, basta mirar la geografía política nacional para darse cuenta. Y no pueden -ni quieren- salirse. Allí va entonces -desgraciadamente- naufragando ya sin remedio ese proyecto nacional al que fuimos convocados luego del derrumbe neoliberal de principios de siglo. Es tarea de las fuerzas nacionales y populares reconstruirlo, no es cuestión de dejarle el país regalado a la derecha.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur
Kirchner en la trampa sin salida de no haber construido fuerza política propia.
En carta reciente a Norberto Galasso le decíamos, referido a la realidad que hoy vive el kirchnerismo, que: “En primer lugar ningún proyecto nacional se puede sostener frente a enemigos poderosos sin construir fuerza política que lo defienda”. Por Humberto Tumini.
Martes 10 de marzo del 2009, Capital Federal
No es de ahora, que aparecen las consecuencias, que pensamos así. En mayo del 2004, a un año de la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, expresábamos al respecto: “Hoy, al igual que sucedía allá por principios de los cuarenta, la política y las representaciones tradicionales de la misma, están fuertemente desprestigiadas ante nuestro pueblo (en aquel entonces porque habían participado durante toda la infame década del treinta en el “fraude patriótico”, hoy porque vienen de ser cómplices en la instrumentación del modelo neoliberal durante veinte años). Pensar que se puede reconstruir un movimiento nacional fundamentalmente sobre los pedazos de dichos partidos es un error. Pueden conservar votos (habría que ver seriamente cuantos) pero poco entusiasmo despiertan en una base social de la que están visiblemente divorciados. Hay algunos que dicen, en defensa de la “transversalidad” sostenida por el presidente, que Perón sumó al nuevo movimiento nacional en los cuarenta a conservadores, radicales, socialistas, etc. Cierto es. Pero previo a ello, desde la Secretaría de Trabajo sumó al movimiento obrero al proyecto nacional, y lo estructuró como su “columna vertebral”; alrededor de esta luego, y 17 de Octubre mediante, convocó a los sectores provenientes de los partidos tradicionales de ese entonces que compartían sus ideas. Difícilmente hubiera tenido éxito si lo encaraba al revés; capaz que lo hubieran tenido preso un montón de años” (Editorial, Fuerza Social y Política).
Pocos meses después, en julio del mismo año, decíamos: “La segunda cuestión es que, como nos enseña la propia historia de nuestro país, para llevar un proyecto soberano y popular como éste al triunfo, hace falta dotarlo de fuerza política. Quien más comprende esto es la propia derecha que desde el vamos, al mismo tiempo que busca recomponer sus propias filas luego de la debacle del 19 y 20 de diciembre del 2001 y la fuga de Menem, trabaja sostenida e inteligentemente para que no agrupemos las nuestras. Otro tanto hacen desde la dirigencia tradicional del PJ y la UCR, que mientras buscan salir del desprestigio que tienen en la sociedad y hacerse de nuevo con el control político del país, se empeñan en que nada novedoso surja apuntalando a Néstor Kirchner y su proyecto. Hay que ser audaces y desafiar a los enemigos. No hay tiempo que perder para avanzar en construir fuerzas políticas nuevas que expresen esta esperanza que hoy recorre nuestra nación. Hay que hacerlo con la mayor amplitud, pero también respetando el compromiso real con los cambios que se tenga” (Editorial, Dos Grandes Tareas).
Cuando en octubre del 2005 se abrió la gran oportunidad para avanzar en construir una nueva representación política que expresara el proyecto nacional en curso, al haber derrotado al PJ y al duhaldismo -contundentemente- en la provincia de Buenos Aires, volvimos a la carga con nuestra propuesta: “Para hacer irreversible este rumbo necesitamos organizar mas y mejor la fuerza política que nos ha dado el mayoritario voto popular. Kirchner ha establecido el marco general para esto: el Frente para la Victoria” (Editorial, La Segunda Parte).
No fuimos escuchados. No solo nosotros, sino tampoco muchos de los que dentro del kirchnerismo propugnaban para que se construyera una nueva fuerza política; al igual que en sus tiempos históricos habían hecho Yrigoyen y Perón. Ya en el 2006 la preocupación principal de Kirchner fue cómo traer con él a los intendentes y dirigentes duhaldistas del conurbano bonaerense; como así también a todos los gobernadores del PJ que pudiera, independiente de su trayectoria previa. Los que aceptaron el convite, que como es sabido fueron la gran mayoría al ver para donde soplaba el viento, vinieron con el planteo de que se debía terminar con la “transversalidad”. Sostenían que había que ahogar, mas temprano que tarde, a las fuerzas que la expresaban provenientes de la resistencia al neoliberalismo. A esas que -tibiamente- el gobierno había promovido en sus primeros dos años.
Estas presiones fueron ganando terreno y el ex presidente apoyándose cada vez más en el justicialismo; situación disimulada solo en parte con el lanzamiento de la Concertación Plural en dirección a las elecciones presidenciales del 2007. Se iba alejando cada vez mas toda posibilidad de construir una nueva fuerza política nacional y popular.
La debilidad de los opositores permitió ganar a Cristina las elecciones en primera vuelta, pero era claro que el vigor del proyecto kirchnerista se iba perdiendo, en particular en las grandes ciudades. Ya no enamoraba a la mayoría de la población y por el contrario crecía un sordo rechazo al mismo. Rechazo que no reconocía como causas una crisis económica o el predominio en la sociedad de las ideas de la reacción; como tampoco, en ese momento, a una oposición unida y vigorosa. Pero sí graves errores propios que comenzaron con el apoyo a la reelección de Rovira en el 2006, y se continuaron luego de múltiples maneras en el 2007. El más grave de todos ellos: volver a recostarse en la vieja dirigencia política, en particular del PJ, usar sus métodos más de una vez y negarse a construir una fuerza nueva. Se creía que con una buena gestión alcanzaba; mas aún con enemigos supuestamente debilitados, o con quienes aparentemente -como el grupo Clarín- se negociaba sin problemas.
Prendidas las luces rojas con el resultado de las presidenciales en las clases medias urbanas, y con una recesión económica internacional de magnitud en ciernes, Kirchner comete su error mas grave: decide ser el presidente del PJ, algo que con buen criterio había rechazado durante los cuatro años y medio de mandato.
Casi en soledad, desde Libres del Sur nos oponemos. Decimos al respecto en una editorial del 2 de Marzo del 2008, y en solicitada en el diario Página 12: “¿Es bueno entonces que Néstor Kirchner se ponga al frente de este partido, aun con la loable intención de renovarlo? ¿Prestigiará él al PJ o el PJ le restará prestigio a él? Nosotros siempre hablamos de frente y expresamos así nuestro pensamiento…NO ESTAMOS DE ACUERDO con la decisión de que Néstor Kirchner sea el futuro presidente del Partido Justicialista. Mas allá de que la respetamos, creemos que su figura debería seguir cobijando a todo el proyecto nacional en curso como hasta ahora, y no estrecharse…..TAMPOCO ESTAMOS DE ACUERDO con que el PJ sea “el partido de gobierno” o “la columna vertebral” de la construcción política sobre la que se asienta la administración nacional. Eso sería un retroceso, habida cuenta de que una parte muy importante de nuestra sociedad es muy crítica a dicho partido y a una porción significativa de su dirigencia por el papel que le cupo en la historia reciente, de entrega y destrucción del país de la mano de Menem y Duhalde”.
No tardó mucho en demostrarse lo correcto de lo que planteábamos. El conflicto con el campo se perdió, mas allá de habilidades de la reacción y errores del gobierno, porque la dirigencia del PJ o le sacó el cuerpo a la lucha, o directamente se pasó del otro lado. Y la derrota afectó tremendamente el consenso al gobierno en la mayoría de la sociedad. Ya el problema no eran solo las capas altas y medias urbanas, sino que la crítica se extendió mucho mas en la geografía social. Allí apareció en toda su magnitud la trampa en que se introdujo Néstor Kirchner cuando renegó de construir fuerza política nueva, propia, progresista, que sostuviera el proyecto nacional.
Debilitado, hizo lo peor: salió a buscar a quienes lo habían traicionado para que vuelvan con él. A Reutemann, Schiaretti, Das Neves, Marín, Busti, Romero -por citar algunos- les pidió su apoyo. Unos le dieron la espalda porque nada tenían por ganar al lado del gobierno. Otros le pusieron onerosas condiciones (por ejemplo: que se vete la ley de Glaciares) para quedarse o volver. El gobierno resignado las ha aceptado. Obvio, si el kirchnerismo actual tiene que ir a los comicios en las provincias sin el PJ, se mostraría como una expresión política claramente minoritaria. Ha quedado por ende prisionero de aquella vieja dirigencia que sobrevivió a Menem, a Duhalde y ahora busca la mejor manera de ubicarse para el post kirchnerismo.
La más palpable demostración de la trampa en que entró Néstor Kirchner, es lo que acaba de suceder en Catamarca
Luego de vencer en las elecciones del 2005 allí al PJ y la UCR, el Frente para la Victoria se fue deshilachando en negociaciones alternativas con unos y otros. Así llegaron los comicios recientes, donde la opción del gobierno, luego de la ruptura con los “radicales K” eran solo dos: o quedar tercero lejos detrás de una UCR “cobista” y un PJ “disidente”, o aliarse con Barrionuevo y Saadi. Optó, fiel a su orientación política de un año a esta parte, por “unir al PJ” con los impresentables. Ya sabemos lo que pasó.
Por supuesto que no es el único lugar donde la trampa está montada, basta mirar la geografía política nacional para darse cuenta. Y no pueden -ni quieren- salirse. Allí va entonces -desgraciadamente- naufragando ya sin remedio ese proyecto nacional al que fuimos convocados luego del derrumbe neoliberal de principios de siglo. Es tarea de las fuerzas nacionales y populares reconstruirlo, no es cuestión de dejarle el país regalado a la derecha.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur
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