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lunes, 10 de noviembre de 2008



Editorial 10 de noviembre de 2008


El papel de las fuerzas populares en un proyecto nacional.

Nuestro movimiento siempre ha sostenido que para poder ser exitoso un Proyecto Nacional, en un país como el nuestro, de fuertes sectores económicos, sociales y políticos opuestos a él, y en un mundo como el actual de gran predominio de los países imperialistas y sus empresas y bancos, debe tener necesariamente amplitud en sus propuestas y componentes. Por Humberto Tumini.

Es por eso que apoyamos -a poco de empezar su administración- al entonces presidente Néstor Kirchner; aun cuando había llegado al gobierno en alianza con Duhalde. Es por ello también que participamos activamente del kirchnerismo durante cinco años. Mas allá de muchas decisiones que no compartimos, como por ejemplo, secundarizar la renovación de la política, y haber sumado al proyecto a una gran parte de la dirigencia duhaldista de la provincia de Buenos Aires después de la derrota electoral que les infligimos en el 2005; o también a connotados menemistas como Mazza, el ex gobernador de La Rioja, o a Romero de Salta. Tampoco aprobamos el criterio de mantener al Frente de la Victoria solo como un armado electoral, maleable a gusto; ni el apoyo a la reelección de Rovira, el dividir la oposición a Macri en la Capital Federal y avalar el fraude a Luis Juez en Córdoba; como así también el no haber avanzado mas decididamente en la redistribución de la riqueza, no otorgarle la personería a la CTA o proscribir a nuestro compañero Jorge Ceballos en La Matanza en los últimos comicios, por mencionar solo algunas cuestiones. Todo ello, como es sabido, lo hemos ido planteando en cada momento públicamente.
Pero predominaron mas en nuestra decisión política de ser parte de ese proyecto, que dirigió Néstor Kirchner primero y Cristina después, otras cosas a nuestro entender más importantes que las anteriores. Sin abundar demasiado, allá está la orientación de ir a la unidad latinoamericana y alejarnos de la égida de los EEUU, la política de derechos humanos, el crecimiento económico con reindustrialización y creación de empleo, el desplazamiento de la Corte Suprema de Justicia menemista y de la cúpula militar amiga del Proceso. Como así también el contribuir a enterrar el ALCA en Mar del Plata, haber batallado contra el FMI y, mas cercano en el tiempo, el intento de buscar -retenciones móviles mediante- los recursos necesarios para el Estado en las ganancias de la oligarquía y no en los ingresos populares, como hicieron antes muchos gobiernos.
Nosotros sabemos bien que un proceso de transformación profunda del país que, oportuno es decirlo, no surge de una revolución, requiere de flexibilidad y amplitud. De aceptar que hay muchas cosas que son contradictorias y motivadas por la correlación de fuerzas real en la sociedad, con la que se acomete el cambio. Nadie podrá decir que una organización como la nuestra, que se forjó en la mas dura resistencia al neoliberalismo, que mantuvo aun en las circunstancias mas desfavorables de los años noventa bien en alto las banderas nacionales y populares, cuando muchos en este campo hacían gala de su “posibilismo”, no ha demostrado una cabal comprensión de cuales son las contradicciones inevitables de un proceso como el de estos últimos años.
Pero también hemos expresado en reiteradas oportunidades que si ese Proyecto Nacional no iba construyendo en su interior fuerzas populares cada vez más consistentes, que lo impulsaran con consecuencia, predominando así por sobre los sectores retardatarios que inevitablemente nos tiran -también desde adentro- hacia atrás, lo que sucedería es que se pondrían en peligro las propias posibilidades de triunfo. En una y mil oportunidades hemos dicho que la experiencia histórica indicaba que, en procesos como los que recorre hoy la Argentina, igual o mas peligroso que el enemigo que se nos planta por fuera, es el que trabaja por líneas interiores. Ese conspira sistemáticamente para la credibilidad de lo nuestro ante lo mejor de la sociedad; y encima, en cuanto puede se suma a los opositores para derrotarnos.
No es esto una ocurrencia insensata e inmadura nuestra, hay una enorme cantidad de ejemplos que lo grafican. Leamos bien a John William Cooke y lo que él analiza de la experiencia peronista desde 1945 a 1968, para aprender de allí. Estudiemos lo que fue la “alvearización” de la UCR, y veremos que le pasó al otro gran movimiento nacional de nuestra historia.
Libres del Sur fue advirtiendo, junto a muchos otros y como parte de ese Proyecto Nacional que se inició en el 2003 con Néstor Kirchner a su frente, que había que fortalecer a las fuerzas populares en su seno y no a las mas retardatarias que tenían a una parte importante de la dirigencia justicialista como expresión concreta. No obstante a partir de fines del 2005 se nos escuchó cada vez menos; y después del triunfo de Cristina, con la decisión de que Kirchner fuera a la presidencia del PJ, directamente se decidió marchar en otra dirección. Las consecuencias de ello se vienen haciendo sentir cada vez más en la pérdida de consenso del gobierno.
¿Cómo puede ser de otra manera? Le podemos echar la culpa a la derecha y su poder, y en parte esto es cierto. Ahora bien: ¿Que Juan Carlos Romero, Jorge Busti, Reutemann y Schiaretti, por nombrar solo algunos, hayan sido puestos como destacados dirigentes del proyecto gubernamental, y luego -como cuadra a viejos menemistas- se hayan pasado a la contra en la batalla con la Sociedad Rural, cómo nos muestra ante la mayoría de la sociedad que nos ha apoyado por años?
Nos preguntamos también nosotros: Si un proyecto que apunta a afectar el corazón del poder financiero -como es el de reestatización del sistema previsional en manos de las AFJP- tiene como destacados defensores a dirigentes del PJ como Balestrini, Gioja o Fellner, que fueron los promotores de la privatización de las jubilaciones hace quince años ¿impedimos o facilitamos con ello la penetración en la población de los argumentos de la derecha opositora respecto de que aquel tiene como único objetivo “robarse la plata de los jubilados”? ¿No hubiera sido infinitamente más beneficioso para la marcha del Proyecto Nacional, que afrontáramos el desafío de la oligarquía sojera con una fuerza política más homogénea y comprometida; y que al gran golpe a las AFJP lo defendieran dirigentes creíbles en su compromiso con los intereses de los trabajadores? Seguramente que sí.
Cuando nosotros cuestionamos que Néstor Kirchner aceptara ser el presidente del PJ, se nos contestó con argumentos tales como que era “para controlarlo mejor” o “para renovarlo”. ¿Fue esto así? Con dos ejemplos alcanza y sobra para responder a esas aseveraciones. Primero: en lugar de echar del justicialismo a quienes -como Cobos- traicionaron el mandato popular, se les pide -a Reutemann, Schiaretti, Busti, etc.- que no se vayan, que armen y/o encabecen en el 2009 las listas del oficialismo. Segundo: en la dirección del PJ de la provincia de Buenos Aires que está a punto de ser elegida, figuran absolutamente los mismos que han conducido ese partido desde principios de los noventa a la fecha. Esos que algunos destacados dirigentes kirchneristas caracterizaron hace poquito nomás como una “asociación ilícita”. Muchos de los cuales, como dijo Jorge Ceballos “dan vergüenza ajena”.
A decir verdad, así están las cosas hoy. Tenemos un gobierno que, a pesar de las muchas cosas positivas que ha hecho y hace, tiene serias dificultades para ser reconocido por aquellos sectores sociales a quienes objetivamente ha beneficiado; y que además, desconociendo el papel que ha jugado para llegar a esta situación su falta de voluntad de construir una renovada fuerza política, ratifica que lo suyo es por sobre todo apoyarse en el PJ.
Grave error, que si no se corrige nos negamos a acompañar. ¿O acaso piensan en la conducción del kirchnerismo que sería correcto para nosotros en una situación política como la actual, acompañar de comparsa al justicialismo en distritos tan importantes -por citar algunos- como la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal, Santa Fe, Córdoba o Mendoza donde su gobernador tiene una alianza nada mas y nada menos que con el partido Demócrata? No es así.
Si la pejotización es la estrategia que tiene el gobierno para recuperar el apoyo mayoritario de la sociedad al proyecto nacional en curso, va al fracaso y allí no estaremos.
Por el contrario, si se continúa por ese rumbo -ojalá no sea así- haremos por nuestra parte todos los esfuerzos posibles para unir por fuera del PJ -política y electoralmente- a las fuerzas que siguen creyendo que con participación, movilización y organización popular es posible alcanzar una justa redistribución de la riqueza y una renovación política profunda. En definitiva conquistar un país en serio, que es a lo que nos convocaron cinco años atrás.
Domingo 2 de Noviembre del 2008
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur

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