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viernes, 20 de febrero de 2009



Editorial 13 de febrero de 2009
Dos grandes temas para abordar en el 2009.
Se viene un año muy complejo en la Argentina. Por un lado elecciones de medio período que, casi siempre, dibujan como serán en la política los dos años posteriores; y también en alguna medida anticipan la disputa de las próximas presidenciales. Por el otro una crisis económica internacional muy aguda y seguramente larga, que va paulatinamente impactando a nivel doméstico, con una tendencia sin dudas a agravarse. Por H. Tumini.

A esto debemos sumarle un gobierno debilitado, en parte por aciertos de sus enemigos, pero en otra parte sustancial por sus propios errores. Que para afrontar esta situación ha decidido recostarse mas aun en el partido justicialista, como así también -al menos en un cierto grado- en las negociaciones con los factores de poder económico.
Veamos ambas cuestiones por separado, aunque seguramente tienen infinidad de vasos comunicantes entre ellas. En el terreno político electoral las encuestas le dan mal al gobierno, sobre todo si se las compara con el 45% de los votos con que Cristina ganó hace apenas un poco mas de un año. Conocedor de esto, el kirchnerismo ha profundizado su giro hacia la pejotización, que ya se había hecho significativa al asumir el propio Néstor la presidencia de dicho partido. Ahora, además, se aceptan a ojos vista condiciones de la dirigencia justicialista que antes se hubieran rechazado sin más. Entre otras que referentes locales como Reutemann, Schiaretti, Busti o Das Neves, armen las listas de acuerdo a sus intereses y no de los del gobierno; o que el resto de los caciques “provincialicen” la elección para eludir las consecuencias del bajo prestigio del kirchnerismo gobernante, justamente en una elección donde se empieza a discutir el 2011.
Llegan a tal punto las concesiones, que en Catamarca el gobierno nacional acaba de concretar una alianza nada menos que con Barrionuevo y Saadi (a la que reprochablemente adhirieron las fuerzas “transversales” que quedan con el oficialismo). Nada menos que en una provincia donde en el 2005 el Frente para la Victoria derrotó al PJ y a la UCR, abriendo las puertas a la transformación en serio del sistema político local. ¡Que desperdicio y que vergüenza!
La oposición por derecha percibe, por cierto, esta debilidad y el rechazo que ha producido el gobierno con su estrategia política en una parte mayoritaria de la población (agravado esto por una difícil situación económica que avanza). Comienza entonces a unirse en dos grandes bloques para derrotar al oficialismo; y también a los efectos de perfilarse cada uno en dirección al próximo turno presidencial. Tenemos a la vieja derecha por un lado -aunque con caras renovadas para disimular- con Macri, De Narváez (Duhalde por detrás) y lamentablemente la reciente incorporación de Felipe Solá, que ha vuelto al redil del que se había apartado. Y en el otro rincón el acuerdo Carrió, la UCR, en cierto grado el Socialismo, y probablemente Cobos, escondedor también de su condición conservadora.
Van por el gobierno, el que para tratar de evitar la derrota no ha encontrado mejor salida que correrse a la derecha en su armado político electoral. Sumando al mismo no solo a los propios dirigentes justicialistas que lo hundieron en el conflicto con el campo, sino también a otras notorias expresiones reaccionarias como Aldo Rico o Jorge Sapag.
Puesto así el escenario en dirección a las legislativas las fuerzas populares y progresistas, que no compartimos el interesado diagnóstico oficialista que intenta justificar su giro -“la sociedad se ha corrido a la derecha, a la izquierda del kirchnerismo no hay nada”- debemos ser capaces de poner en pie nuevas representaciones que se lleven con ellas las banderas del proyecto nacional. Proyecto al que se opone la derecha y que ha abandonado a mitad del camino el kirchnerismo. Para ello hay que priorizar la unidad que nos dará fuerza, representatividad y peso político. No hay que actuar con mezquindades y visión corta si queremos ser también protagonistas. Se está dibujando -lamentablemente para quienes los apoyamos con todo nuestro entusiasmo- una nueva etapa post-kirchnerista en el país; y no hay que regalársela a la derecha o al conservadorismo de distinto tipo, ya que solo volverían a traer sufrimientos a nuestro pueblo. Tampoco defender lo que es ya indefendible. Hay que tener audacia, inteligencia y grandeza para recomponer y reposicionar a las fuerzas populares en algo nuevo.
Una parte de esta tarea hay que llevarla adelante ubicándonos con claridad en el terreno económico social, que se va deteriorando con la crisis. Cierto es que no la provocó el gobierno, sino que es producto de la aplicación en los países desarrollados del mismo modelo de rapiña financiera que aquí se instrumentó durante treinta años y destruyó la Argentina. Cierto también es que estamos mejor preparados para afrontarla y no sufrir consecuencias devastadoras, producto de los aciertos que tuvieron en el pasado reciente los gobiernos kirchneristas. Pero el impacto va a ser de todos modos duro; y será fundamental ver con qué medidas y políticas se lo aborda para mitigar -o no- sus consecuencias. Políticas y medidas que van a estar influidas seguramente por las presiones de los factores de poder económico sobre un gobierno debilitado.
Es por ello que las fuerzas progresistas, unidas, debemos hacer oír nuestra voz en todos los terrenos: en los medios de comunicación, en los debates, en los parlamentos y en la calle. Con propuestas concretas que defiendan los intereses de los sectores populares y en particular el de los mas débiles; desenmascarando lo que esconden los planteos de los grandes empresarios y de la derecha opositora que los acompaña. Apoyando al gobierno cuando reaccione a tiempo y correctamente, y criticándolo cuestionando sus medidas cuando sean inadecuadas. Ya venimos haciéndolo así: hemos acordado con la estatización de las AFJP y no compartimos las renegociaciones de la deuda que hipotecan el futuro; o con los tarifazos. Nos ha parecido muy correcto renacionalizar Aerolíneas, y nos parece horrible que Cristina vete la ley de Glaciares y que no haya reglamentado la de Bosques, cuya depredación trae las consecuencias que hoy vemos en Tartagal. No nos creemos demasiado el anuncio de las supuestas inversiones de empresas españolas aquí, y vamos a seguir bregando para que vuelvan a manos del Estado el gas y el petróleo; es decir, para que se vaya Repsol y vuelva YPF.
Que la crisis no la paguen las mayorías, como siempre ha sucedido. Y que este sea el momento para poner más que nunca en debate lo que significa construir un proyecto de país distinto, en serio; de progreso para todos y todas. ¿Cuándo hemos tenido un contexto mas favorable que este, en que hasta los diputados y senadores norteamericanos insultan y abuchean a los otrora intocables banqueros que fueron a dar sus explicaciones al Capitolio? Nunca.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur

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